La lactosa es un tipo de azúcar, compuesto por glucosa y galactosa, que se encuentra en la leche de todos los mamíferos: vaca, oveja, cabra y humana, y que también puede estar presente en multitud de alimentos preparados, como salchichas, patés, margarinas, helados, salsas, cereales enriquecidos, fiambres y embutidos, etc.
Para digerir la lactosa el organismo necesita una enzima llamada lactasa, dicha enzima es producida en el intestino delgado y su función es la de facilitar la descomposición de la lactosa en azúcares más simples (glucosa y galactosa) que permitan su absorción.
La intolerancia a la lactosa se presenta cuando el intestino delgado no produce suficiente cantidad de esta enzima o bien ésta no realiza de forma adecuada su función. La lactosa no digerida o digerida parcialmente pasa al intestino grueso donde es fermentada por la flora bacteriana provocando calambres, diarrea, náuseas, gases e hinchazón abdominal.
Esta situación se conoce también como alactasia hereditaria, alactasia congénita o hipolactasia.
La intolerancia a la lactosa es muy común, se calcula que afecta a más del 70% de la población mundial.
Los niveles de lactasa en el organismo disminuyen tras el destete y a medida que crecemos, esta pérdida de lactasa varía según la raza, por lo que la prevalencia de la intolerancia a la lactosa es diferente según las zonas geográficas, por ejemplo, los asiáticos pierden entre el 80-90% de actividad de la lactasa, frente a los europeos del norte cuya actividad se mantiene de forma más estable y por tanto, no desarrollan intolerancia a lactosa con tanta frecuencia.
En España, hay pocos estudios sobre la prevalencia de la intolerancia a la lactosa. Sí se ha estudiado en Europa, detectando que su prevalencia es menor en el noroeste y mayor en el sur. En Grecia se ha determinado una prevalencia del 38-45 % de la población y en Francia del 37-47%. Estos datos permiten estimar la prevalencia en España entre un 20% y un 40%.
La intolerancia a la lactosa puede ser hereditaria o adquirida;
Deficiencia congénita de lactasa:
Se produce una deficiencia de lactasa que se hereda de forma recesiva.
Es la causa más frecuente y ocurre tras el periodo de lactancia por la pérdida progresiva de la producción de la lactasa. Las personas con esta intolerancia van notando como la ingesta de leche cada vez les causa más síntomas. En este caso el tratamiento consiste en la retirada de los lácteos de la dieta.
En cuanto a la intolerancia a la lactosa adquirida o secundaria, se debe a una agresión de la mucosa intestinal o a una reducción de la superficie de absorción, causada por diferentes patologías intestinales como diarreas, cirugías del intestino delgado, enfermedad celíaca, enfermedad de Crohn, desnutrición, intestino corto, problemas intestinales provocados por virus, bacterias o parásitos, la toma de ciertos antibióticos, quimioterapia, etc.
En estos casos la intolerancia suele ser temporal y reversible, mejorando los síntomas cuando se trata la enfermedad condicionante.
Las personas con intolerancia a la lactosa presentan síntomas intestinales tras la ingesta de productos que la contengan (entre 30 minutos y dos horas después).
Los más frecuentes son:
- Dolor abdominal
- Náuseas
- Heces pastosas o diarreas
- Gases y flatulencias
- Retortijones
- Distensión abdominal
- Defecación explosiva
- Enrojecimiento perianal
Existen diferentes grados de intolerancia, por lo que la ingesta de lactosa no afecta a todos los intolerantes del mismo modo.
Algunas personas notan sus efectos de forma inmediata tras consumir pequeñas cantidades de lácteos, mientras que otras tienen un umbral de sensibilidad más alto y es más difícil de observar su relación causa-efecto.
Incluso hay personas que pueden permanecer asintomáticas toda su vida porque no sobrepasan su umbral de sensibilidad con la cantidad de lactosa que consumen al día.
Sensibilidad a la lactosa /Cantidad diaria tolerada
ALTA De 1 a 4g
MEDIA De 5 a 8g
BAJA De 9 a 12g
El método más utilizado para el diagnóstico es el Test de Hidrógeno Espirado, al paciente se le suministra vía oral una solución con lactosa y se confirma la intolerancia si hay un aumento del hidrógeno medio en el aliento, esto significa que la lactosa no ha sido digerida y ha llegado al intestino grueso donde las bacterias la descomponen liberando hidrógeno. Este pasa al torrente circulatorio y de aquí al pulmón, expulsándose finalmente al exterior mediante la respiración.
Otro método es el Test Sanguíneo de Sobrecarga de Lactosa, que consiste en medir con un análisis de sangre la cantidad de glucosa del paciente antes y después de administrar lactosa en diferentes intervalos de tiempo. Si el organismo produce suficiente lactasa, esta romperá la lactosa que hemos dado, aumentando las cantidades de glucosa que detectaremos en la sangre. Si dicho aumento no se produce, la prueba es positiva, ya que significa que el disacárido no ha sido hidrolizado y absorbido.
El Test de Acidez en Deposiciones, se usa sobre todo en los niños pequeños y en lactantes, en los que resulta difícil realizar otro tipo de pruebas. Consiste en analizar las deposiciones, que en el caso de existir una mala absorción de lactosa, son más ácidas de lo normal.
Otros métodos de diagnóstico son la Biopsia Intestinal para constatar la presencia o no de lactasa en la mucosa intestinal y el Estudio Genético.
Recientemente, se está empezando a emplear en España un nuevo método, el Test de Gaxilosa, consistente en administrar una sustancia al paciente que en presencia de lactasa se debe romper para generar xilosa en orina que es lo que finalmente se mide.
Otros problemas intestinales, como el Síndrome del intestino irritable, pueden causar los mismos síntomas que la intolerancia a la lactosa, por lo que se debe realizar el diagnóstico diferencial para confirmar que se trata de un déficit de lactasa y no de otro tipo de trastorno intestinal.
El tratamiento consiste en suprimir de la dieta los alimentos que contengan lactosa en función del grado de intolerancia de cada paciente.
Por otro lado, en nuestro país se comercializan suplementos de lactasa en forma de comprimidos, indicados para tomar antes de consumir productos lácteos y así evitar la aparición de síntomas. Se recomiendan para uso esporádico, como celebraciones, comidas fuera de casa y otras situaciones en las que no se está seguro si los alimentos a ingerir contienen o no lactosa. Sin embargo, no son eficaces en todos los pacientes que sufren este trastorno, siendo su principal inconveniente el encontrar la dosis adecuada, ya que esta siempre va a depender del grado de intolerancia.
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