Todos hemos tenido un movimiento involuntario alguna vez, un tic que desaparece igual que llegó. Estos tics están asociados al estrés o se pueden deber al consumo de algunos estimulantes como el café.
También hay otros tipos de tics que aparecen a causa del nerviosismo, como por ejemplo cuando hablamos en público, hay personas que de forma inconsciente pueden mover un pie o tener algún rictus facial, pero son tics puntuales que desaparecen en cuanto termina la tensión, se trata de tics motores aislados.
Pero, ¿qué pasa cuando estos movimientos repetitivos se cronifican o incrementan? Pues aparece la enfermedad que ya nos suena, pero que sigue siendo desconocida, pues los afectados empiezan por acomplejarse hasta el punto de tener problemas de convivencia y dejan de relacionarse, es la llamada enfermedad de Tourette (que toma el nombre del neurólogo francés que diagnosticó la enfermedad). Los tics son movimientos bastante típicos en la edad infantil. Lo común es que se trate de tics benignos que van desapareciendo. Pero si éstos se cronifican y se multiplican hasta interferir en la vida cotidiana, pues hay que evaluar si se trata de la enfermedad de Tourette, apunta la neuróloga Rosario Luquin, coordinadora del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento de la Sociedad Española de Neurología.
La enfermedad de Tourette se inicia entre los 4 y los 13 años y existe siempre un antecedente familiar (padres, abuelos) la genética es una vez más el punto de partida.
En el origen de la enfermedad de Tourette hay un componente genético, sí, pero además existe una alteración en el funcionamiento de las estructuras del cerebro, en los ganglios basales. Además, los mecanismos de liberación y de recaptación de la dopamina (sustancia que actúa como neurotransmisor de señales cerebrales) no funcionan bien, provocando un exceso.
Puede ser el caso de un niño que “tiene un tic en el ojo, luego levanta un brazo y después gira y sacude la cabeza”, unos movimientos repetitivos que “pasado un tiempo deja de hacer para incorporar un repertorio diferente”, expone la neuróloga Rosario Luquin.
Los tratamientos farmacológicos van dirigidos a frenar la cantidad de dopamina del cerebro. Son medicamentos con actividad antidopaminérgica y suelen ser efectivos a la hora de dominar los movimientos descontrolados.
Los tics tienen un curso progresivo a partir del inicio de la enfermedad, a los 4 ó 5 años, pero no aumentan a partir de la pubertad, se mantienen en la misma intensidad o tienden a remitir, indica la neuróloga.
Además de los trastornos del movimiento también son característicos los tics guturales o vocales como tos o carraspeo. Pero también se presenta como una tendencia patológica a pronunciar palabras obscenas o palabrotas de forma incontrolada, es lo que se llama coprolalia.
Para las personas que sufren la enfermedad de Tourette hasta el punto de quedar incapacitados para llevar una vida laboral y social normal y que no respondan a los tratamientos farmacológicos o sufran sus efectos secundarios, se aplica una técnica quirúrgica denominada estimulación cerebral profunda.
La neuróloga Rosario Luquin explica que esta técnica consiste en colocar unos electrodos en núcleos concretos del cerebro que controlan los tics.
Son pocos los casos en los que se necesita utilizar esta técnica que se practica en España, normalmente en personas jóvenes que se enfrentan a esta cirugía que no comporta riesgos especiales.
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