La Brucelosis, también llamada fiebre de Malta, fiebre mediterránea (no confundir con fiebre mediterránea familiar), fiebre ondulante o enfermedad de Bang, es una enfermedad infecciosa de distribución mundial, producida por bacterias del género Brucella. Es una zoonosis transmitida por animales infectados al hombre.
Encontramos cuatro especies:
- Brucella melitensis (la más frecuente en España) se adquiere de cabras, ovejas y camellos.
- Brucella abortus del ganado vacuno.
- Brucella suis del cerdo.
- Brucella canis del perro.
El contagio suele darse por contacto con fluidos provenientes de algún animal infectado (sangre, orina, heces, fluidos vaginales, fetos abortados, placenta) y debido al consumo de productos de origen animal infectados, principalmente leche cruda o productos lácteos elaborados con la misma. No suele transmitirse de persona a persona (salvo contacto sexual, lactantes de madres infectadas o trasplante de órganos infectados, lo cual es tremendamente extraordinario).
Podemos eliminarla mediante la ebullición o pasteurización de la leche y los productos lácteos, sobreviviendo hasta 8 semanas en el queso blando no pasteurizado. Estas bacterias permanecen viables hasta 40 días en tierra seca contaminada por orina, heces, secreciones vaginales y productos de la concepción de animales infectados.
Periodo de incubación: 1-3 semanas, a varios meses.
Los síntomas más comunes son:
- Fiebre
- Escalofríos
- Sudoración
- Cefaleas
- Mialgias
- Astenia
- Anorexia
- Artralgias
- Pérdida de peso
- Estreñimiento
- Faringitis
- Tos seca
- Síntomas osteoarticulares
- Orquiepididimitis
Como complicaciones graves y potencialmente mortales se puede producir la afectación del sistema nervioso central (neurobrucelosis) y tejido de recubrimiento interno del corazón (endocarditis), aunque estas últimas son extremadamente raras, se producen más en personas en continuo contacto con animales.
Dada la gran variedad de síntomas que puede producir la brucelosis, la detección de la enfermedad no es siempre fácil. Los datos aportados por el paciente, acerca de su ocupación laboral y la zona donde reside o trabaja, pueden ser de mucha ayuda para determinar el diagnóstico.
Es muy importante una buena exploración física por parte del médico, aunque en algunas ocasiones puede resultar anodina.
- Análisis de laboratorio (niveles elevados de aglutinina frente a Brucella (con o sin cultivos positivos de sangre o tejidos)).
- Cultivo microbiológico.
- La determinación de la PCR es específica y muy sensible para la detección de Brucella.
- Las técnicas de imagen están destinadas a detectar una posible afectación esquelética y consisten en, radiografía simple, gammagrafía ósea, TAC y resonancia magnética (RNM).
La pauta más eficaz es la asociación de doxiciclina con un aminoglucósido durante 4 semanas, seguida de doxiciclina y rifampicina durante 4-8 semanas.
Las quinolonas, con buena actividad in vitro frente a Brucella y buena penetración intracelular, se han asociado a la aparición de resistencias y a tasas elevadas de fracasos del tratamiento y recaídas.
Las cefalosporinas de tercera generación, aunque son activas in vitro frente a Brucella, también se han asociado a una tasa elevada de resistencias cuando se utilizan de forma aislada. Pueden ser útiles en combinación con otros antibióticos.
En el embarazo, se puede administrar cotrimoxazol en combinación con rifampicina durante 8-12 semanas.
Puede ser necesario recurrir a la cirugía cardíaca, si existe afectación valvular, junto con el tratamiento antibiótico, en la fase aguda del proceso, sobre todo en los casos de endocarditis y absceso de la raíz aórtica.
Aunque aparentemente haya curación, se debe hacer seguimiento clínico y serológico del paciente, con repetición de los hemocultivos cada 3 a 6 meses durante 2 años.
La prevención de la brucelosis debe centrarse en el foco de infección:
- Medidas dirigidas por un lado a minimizar las situaciones de riesgo localizadas principalmente en los lugares de trabajo.
- Inmunización de los animales.
- Ebullición o pasteurización de la leche y los productos lácteos.
No hay vacuna para el ser humano, pero actualmente se están llevando líneas de investigación en este sentido en diversos laboratorios.
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